O de cómo Google sabe todo de mí.
Esta es la forma de mi corazón, seguro es más grande, pero esta forma irregular es el resultado de unir todos los puntos que, según Google Maps, son los espacios que pude recorrer/habitar todo mayo 2020.
1, 2, 3: Mi casa, mi barrio, el Paraíso de la Flor
Vivo en la periferia de Guayaquil, el Paraíso de la Flor en algún kilómetro de la perimetral y acá el Covid-19 se vive de manera más tranquila que en la urbe. La apariencia del barrio era la de un largo y extraño feriado, con la diferencia que se percibía el silencio de luto por los vecinos que murieron y por la pérdida de todxs.
No obstante, los vecinos a las dos o tres semanas de confinamiento salían al portal de su casa a estar sentados, incluso después de las 2pm. Ven a la gente pasar, saludan, conversan. Lxs más jóvenes juegan pelota, lxs más adultxs cartas mientras beben cerveza. La tienda cerraba a las 5 pm. Los envidio un poco. Ellxs parecen cómodxs, saben cómo habitar este lugar sin desesperarse o aburrirse porque sus amigxs, familia están aquí, o en mis delirios de encierro eso percibo.
Para mí es distinto. Desde mis privilegios he tenido el tiempo para pensar en habitar los espacios. Mi casa, por ejemplo. Vivo con mi mamá y la Sra. Choco, una gata negra. A pesar de que no me falta “nada” y que tengo mucho amor aquí, no puedo decir que me siento en casa. Acá soy otra, una versión que mi hogar evangélico puede digerir. Una yo a la mitad, una yo para mi mamá.
Mi mamá suele decir que no tiene ni idea quien soy. Yo tampoco lo sé, pero sé que extraño ser la Mary que soy junto a mis amigues, junto a mis vínculos, junto a mis compas.
¿Es acaso la familia solo el círculo cerrado por la consanguinidad?
4: Metrobastión
Al igual que mis vecinos, el encierro me marchitaba y en un acto de amor o egoísmo (todo depende de la perspectiva) empecé a salir. En metrovía, claro está, después de perder trabajo y de ver las deudas crecer, no estoy para pagar taxis. La estación en el mapa se ve relativamente cerca, pero no lo es tanto sin el alimentador. Hay dos formas de llegar:
· Caminando por la carretera (30 min)
· Tomar mototaxi (o caminar 11 min) y luego tomar un bus en la principal.
Regresar de la estación a la casa es otro trámite, las rutas cambiaron y a veces me pierdo.
La primera vez que volví a la Metro me sorprendió ver a la gente ordenada, hacer fila y mantener distancia. Esto se pierde un poco en horas picos, pero siempre voy sentada y llego al centro en media hora (antes era 1h 15 min). No me lo creo.
5 y 6: La parada de buses. Calle principal del Paraíso de la Flor
La principal está como siempre, solo que todo cierra más temprano. Se han multiplicado los pequeños mercados en toda la acera. Asumo que mucha gente se quedó sin trabajo y moverse lejos está complicado por lo que han optado vender mascarillas, alcohol, comida, víveres, enseres y todo lo que se les pueda ocurrir en puestitos de madera, plástico, carretas o tendidos en el piso. A esto se suman las motos, las mototaxis y las furgonetas que se encargan de movilizar para el fondo a las más de 65000 personas que vivimos por el sector.
Al esperar el bus pienso que probablemente acá ya todos nos contagiamos; el distanciamiento y la cuarentena es para la gente con ahorros o con posibilidad de endeudarse. Acá no existe eso.
7 y 8: T y D. El otro Paraíso y La Cogra
T me preguntó si podía abrazarme, le dije que no lo dudara; era la primera amiga a la que veía en meses. Nos abrazamos muy fuerte y un señor en un auto empezó a pitarnos y gritó: ¡Distanciamiento social, irresponsables!
- Envidioso, respondió T y me llevó a la tienda, nos sentamos en una vereda.
Luego fuimos donde D, ellas son como mis hermanas. Cocinar, fumar, conversar, ir a comprar, tomar vino. Actividades banales que puedo hacer sola se vuelven un ritual junto a ellas.
9: Mi hermano y mi papá. El estadio Capwell
Compartimos el desayuno, ellos nos han visitado un par de veces. Volver a abrazar a mi ñaño y poder conversar con él fue un alivio. Es el único en la familia que realmente me conoce.
10: Mis abuelos. El Cristo del Consuelo
Mi abuela estuvo muy enferma. Se encontraba algo adolorida porque el día anterior se sintió tan bien que salió a caminar después de meses de encierro. Fue a buscar a una costurera para hacerse un nuevo vestido. A mitad del camino ya no podía moverse y tuvo que esperar media hora bajo el sol. Todxs la sermonearon, menos yo. Estoy segura que habría hecho lo mismo en su lugar.
11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18: JP, el centro y los locales
El centro como se puede observar por el número de lugares, es como mi otro hogar, lo recorro más que mi barrio. De hecho, fue al primer lugar que salí, después de 42 días de encierro. Al principio volver habitar sus calles me daba miedo, tristeza y melancolía. No podía ver las esquinas sin recordar a los muertos abandonados de las fotos. Se sentía ese luto suspendido en el aire. J me contaba que ha ciertas horas había tal silencio que parecía que estaba a punto de empezar una película de terror, algo siniestro. Con el pasar de los días volvió la bulla, la gente y mi alegría de sentirme anónima en la calle y de moverme entre la gente.
El centro también es JP. En sus abrazos, en su risa, en nuestros interminables debates y en el amor que compartimos encuentro fuerza y esperanza. Su presencia y su voz me alivian en medio del horror, del asco y la rabia que me produce la corrupción, las injusticias y el capitalismo.
19: La atarazana
Aquí solo esperé 30 min un bus porque me confundí.
20: O y A. Samanes 2
Mis amigues, mis compas. Le pedí a O que me hiciera una michelada porque la noche anterior soñaba que tomaba una. En esta casa me he divertido un montón y ellxs siempre me hacen aligerar toda pena. Sin embargo, en la única visita que hice a su casa no pude evitar desahogarme, incluso llorar. Fue hermoso, cocinamos también.
Nota final:
Me llegó al correo un mensaje de Google con el listado de todos los lugares que estuve en mayo. Reconozco cada uno de esos momentos y por primera vez, más que vigilada y paranoica, veo esos puntos en el mapa satelital de Guayaquil con mucho cariño. Los afectos me llevaron a cada uno de esos lugares. En cada punto marcado está mi corazón, está esa yo intangible que sé que existe fuera con esos otros seres que me alivian la existencia.
Uno todos los puntos del mapa esperando buscar una respuesta, un patrón, pero solo veo como me muevo de norte a sur de forma irregular.
Quizás a nadie le importa esto más que a mí, a Google que me vigilia y al gobierno si algún día intenta criminalizarme por movilizarme pandemia.
Soy lxs otrxs.
Publicado en:
Ciudad ypandemia. Escrituras de la catástrofe
Andrea Alejandro - editora
Uartes ediciones 2020
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